El caballo y el psicopompo

Para Mircea Eliade en su libro “El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis” nos relata que el caballo, animal funerario y psicopompo (psicopompo es un ser que en las mitologías o religiones tiene el papel de conducir las almas de los difuntos hacia la otra realidad. Su significado proviene del griego psychopompós que se compone de psyche, «alma», y pompós, «el que guía o conduce») por excelencia que es utilizado por los chamanes, como medio para obtener el éxtasis, esto es, la «salida de uno mismo» que hace posible el viaje místico.

Este viaje místico no tiene forzosamente que ser siempre del trabajo de psicopompo: el caballo permite a los chamanes volar por los aires y llegar a los mundos espirituales. No es por lo tanto esta la única finalidad de esta ayuda espiritual: esta es una imagen mítica de la Muerte y en consecuencia, pertenece a las ideologías y a las técnicas del éxtasis. El caballo lleva al difunto al más allá: realiza la «ruptura de niveles», el paso de este mundo a los otros mundos, y por esto desempeña también un papel de primer orden en determinadas clases de iniciación masculina (los «Mannerbunde»).

En las distintas culturas

El caballo -esto es, el palo cabeza de caballo- es utilizado por los chamanes buriatos en sus danzas extáticos (las danzas extáticas acompañan los rituales de un buen número de religiones. El hinduísmo y el budismo son famosos por la profundidad y complejidad de sus danzas sagradas, igualmente inseparables de las religiones de Grecia y Roma, en especial del orfismo).

Ya hemos advertido una danza análoga durante la sesión de las macchis araucanas. Pero la difusión de la danza extática cabalgando con un palo con cabeza de caballo está mucho más extendida. Entre los Batak, con motivo del sacrificio del caballo en honor de los antepasados, cuatro bailarines danzan sobre sendos palos que tienen forma de caballo.

También en Java y en Bali el caballo está asociado a la danza extática. Entre los Garo, el caballo es parte del ritual de la recolección. Para hacer el cuerpo del caballo se emplean tallos de plátano y para las patas y la cabeza, bambúes. La cabeza se coloca en un palo que un hombre sostiene de modo que le llegue a la altura del pecho. Con un paso pesado, el hombre ejecuta una danza salvaje mientras que, vuelto hacia él, el sacerdote baila fingiendo que se dirige al «caballo».

Ritual de los Muria de Bastar

V. Elwin ha observado un ritual análogo entre los Muria de Bastar. El gran dios gongo Lingo Pen posee, en su santuario de Semurgaon, muchos «caballos» de madera. Con motivo de la fiesta del dios, estos «caballos» son conducidos por médiums y usados, bien para provocar el trance extático, bien como auxiliares en la adivinación.

«Observé, en Metawand, durante varias horas, las grotescas cabriolas de un médium que llevaba en hombros un caballo de madera que representaba al dios de su clan, en Bandapal, mientras nos abríamos camino en la selva, para la consumación ritual de los mangos, otros médium que llevaba también en sus hombros un caballo imaginario, ir al paso, caracolear, piafar y cocear ante mi coche que avanzaba lentamente. ‘Lleva al dios en su espalda -me dijeron- y no puede dejar de bailar durante varios días seguidos.’

Durante una boda, en Malakot, vi a un médium montar en un curioso caballo de madera; vi a otro, al sur, en la región de Dhurwa, bailar a horcajadas sobre un caballo de madera parecido al anterior. En los dos casos, si algo turbaba el desarrollo de la ceremonia, el jinete caía en trance y podía entonces descubrir la causa sobrenatural del desorden.»

Ceremonia del Laru Kaj de los Gond-Pardhan

En otra ceremonia, el Laru Kaj de los Gond-Pardhan, los «caballos del dios» ejecutan una danza extática. Recordemos también que muchos pueblos aborígenes de la India representan a muertos a caballo; los Bhil, por ejemplo, o los Korku; que graban en tablillas de madera unos jinetes y los depositan junto a las tumbas. Entre los Muria, los funerales van acompañados de cantos rituales; en los que se cuenta cómo el muerto llega al otro mundo montado en un caballo. Se habla de un palacio en cuyo centro hay un columpio de oro y un trono de diamante. El muerto es llevado hasta allí por un caballo de ocho patas. Y ya sabemos que el caballo octópodo es típicamente chamánico.

Según una leyenda buriata; una mujer joven toma por segundo esposo al espíritu ancestral de un chamán; y tras este matrimonio místico, una de las yeguas de su acaballadero pare un caballo de ocho patas. El marido terrestre le corta cuatro. La mujer exclama: «¡Ay, era mi caballito en el que cabalgaba como una chamana»; y desaparece, volando, para ir a establecerse en otra aldea. Posteriormente se convirtió en el espíritu protector de los Buriatos.

En los mitos

Los caballos octópodos o acéfalos aparecen en los ritos y los mitos de las «sociedades de hombres»; ya germánicas, ya japonesas. En todos estos conjuntos culturales, los caballos polípodos o los caballos-fantasmas desempeñan una función a la vez funeraria y extática. También en relación con la danza extática -pero no forzosamente «chamánica» se halla al caballo de madera.

Pero incluso cuando el «caballo» no aparece en la sesión chamánica; está simbólicamente presente en las crines de caballo blanco que allí se queman; o en una piel de yegua blanca sobre la que el chamán se sienta. Quemar pelos de caballo equivale a evocar el animal mágico en el que el chamán ha de ir al más allá. Las leyendas de los Buriatos hablan de los caballos que llevan a los chamanes muertos hasta su nueva morada. En un mito yakuta, el «diablo» vuelve del revés su tambor; se sienta encima; lo agujerea tres veces con su vara; y el tambor se transforma en una yegua de tres patas que le lleva hacia el Oriente.

Estos pocos ejemplos muestran cómo ha utilizado el chamanismo la mitología y los ritos del caballo; psicopompo y funerario, el caballo facilitaba el trance, el vuelo mágico del alma a las regiones prohibidas. El «galope» simbólico significaba el abandono del cuerpo, la «muerte mística» del chamán.